Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba la buena noticia del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias de la gente. (Mateo 4:23)
Jesús no estaba únicamente interesado en las almas de las gente; el Maestro veía las personas de forma integral, su dimensión espiritual, sin duda, pero también la física, mental, social y emocional. Él no tenía como objetivo salvar almas, rescatarlas del infierno para que pudieran ir al cielo. Su propósito era restaurar nuestra humanidad en todas sus dimensiones: el alma, el cuerpo y la mente, ya que el pecado, nuestro deseo de vivir al margen del Señor, de forma autónoma e independiente de Él, ha afectado a todas esas dimensiones.
Por eso me gusta ese binomio que una y otra vez aparece en los evangelios, Jesús anunciaba la buena noticia del Reino -la dimensión más espiritual- pero también sanaba, alimentaba, liberaba, acompañaba y se preocupaba por el resto de las dimensiones de la experiencia humana. En esto el Maestro nos marca una pauta acerca de cómo debe llevarse a cabo la misión. Nosotros, en los entornos en los cuales Dios nos ha colocado hemos de tener el suficiente discernimiento para saber con qué necesidades de las personas nos estamos enfrentando y cuál sería la mejor manera de lidiar con ellas, a través de la proclamación o de la demostración de Reino de Dios. El discernimiento es necesario para saber cuándo una cosa debe preceder a la otra o cuándo ambas se ha de dar de forma simultánea.
¿Por qué es importante entender que no es una cosa u otra?