Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Ahora bien, si alguno peca, tenemos un intercesor ante el Padre: Jesucristo el justo. (1 Juan 2:1)
Pues sí, creo firmemente en el título de este post: el pecado ya no es un problema en la vida de los seguidores de Jesús. Lo que es un auténtico problema es el pecado no confesado o, como indicaba en otros posts, el pecado que no es gestionado.
Ya dijo el apóstol que afirmar que no tenemos pecado es ser ilusos, engañarnos a nosotros mismos y considerar al Señor como mentiroso. También nos enseño que el elemento clave de la gestión del pecado es la confesión que todo lo que ello implica y significa.
El pecado no confesado es el auténtico problema. Lo es porque rompe nuestra comunión con el Señor. Lo es porque echa raíces en nuestra vida. Lo es porque aquello puntual no confesado puede convertirse en un hábito de pecado. Lo es porque mientras haya pecado inconfesado en nuestras vidas no estaremos experimentando la plenitud del Espíritu Santo -lo estaremos entristeciendo-.
Cuando era un joven universitario aprendí un principio espiritual que he practicado toda mi vida. Se denomina la respiración espiritual. Al igual que la física está compuesta de dos movimientos: 1º exhalar -es decir, expulso de mi vida lo malo, confieso mi pecado- 2º inhalo -es decir, vuelvo a ser lleno del Espíritu Santo como Pablo indica en Efesios 5:18).
¿Cuántas veces respiro al día físicamente? tantas como lo necesito. ¿Cuántas veces debo respirar al día espiritualmente? tantas como lo necesito. De esta manera el pecado ya no es un problema en mi vida.