Si, por el contrario, reconocemos nuestros pecados, Dios, que es fiel justo, nos los perdonará y nos purificará de toda iniquidad. (1 Juan 1:9)

Por el contrario hace referencia a una actitud de negar el pecado, Bien porque no tenemos conciencia del mismo o bien porque no queremos afrontarlo y hemos desarrollado nuestras estrategias de justificación y/o racionalización. Ya vimos en el post anterior cuáles son las maneras de afrontar estas dos actitudes. Vuelvo a insistir en la idea clave que el pecado no podrá ser eliminado, tan sólo puede ser gestionado. La herramienta de gestión fundamental que el Señor nos ha dado es la confesión. La palabra griega "homologeo" es la que traducimos en castellano: confesar.

Homologeo significa estar de acuerdo con. Cuando confesamos estamos de acuerdo con nosotros mismos -sin justificaciones ni racionalizaciones- y con Dios con respecto a nuestro pecado. Estamos de acuerdo en tres cosas esenciales: 

Primera, el pecado es algo grave es una ofensa contra el Señor y contra otros. De nuevo, sin justificaciones. 

Segunda, ese pecado fue pagado por medio del sacrificio de Jesús en la cruz donde todos nuestros ellos fueron perdonados de una vez y por todas. Por tanto, no estamos siendo perdonados de nuevo, sino que estamos experimentando el perdón ya ganado por Jesús.

Tercera, estamos de acuerdo que debe de haber un cambio de actitud y acción con respecto al pecado, es decir, arrepentimiento. Es importante que diferenciemos entre remordimiento -me sabe mal lo que hice- y arrepentimiento -dejo de hacer lo que hice-

La confesión es válida únicamente si nos ponemos de acuerdo con Dios en los tres puntos antes mencionados.

¿Cómo confiesas tú?