Que ninguno de vosotros tenga que sufrir por asesino, ladrón, malhechor o entrometido. Pero si es por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar ese nombre. (1 Pedro 4:15-16)

En la época en que Pedro escribe estas palabras ser seguidor de Jesús era algo totalmente contracultural. La comunidad cristiana no aceptaba a César como Señor, aceptaba a esclavos y libres, hombres y mujeres por igual, ricos y pobres, judíos y gentiles. Era un crisol, era la muestra viviente de lo que el Reino de los cielos pretendía instaurar. No es de extrañar que eso trajera como consecuencia una fuerte oposición de los poderes políticos, sociales y económicos. ¡Esos que trastornan el mundo entero! se decía de ellos en el libro de los Hechos.

¿Estamos dispuestos a ser contraculturales hoy en día? ¿Entendemos que el seguimiento del Maestro nos llevará, inevitablemente, a enfrentarnos a poderes culturales, políticos, sociales y económicos? ¿Estamos dispuestos al sufrimiento que eso puede conllevar? Porque en las sociedades en las que nos ha tocado vivir es posible que no nos encarcelen (aún) o ejecuten por nuestras posiciones, pero es bien cierto que nos puede suponer cargar con etiquetas culturalmente denigrantes y un ostracismo social.

¿Cuánto de contracultural hay en tu seguimiento del Maestro?