Y, si llamáis Padre al que juzga a todos sin favoritismos y según su conducta, comportaos fielmente mientras vivís en tierra extraña. (1 Pedro 1:17)

Este es, supuestamente, el escudo del apellido Ortiz. No provengo de nobles y, probablemente, mis ancestros eran siervos feudales de algún gran señor del cual tomaron su apellido como era usual en la época.

Antiguamente llevar un apellido significaba una gran responsabilidad porque la honra y el honor de la familia eran una presión -positiva desde mi punto de vista- para vivir de acuerdo a los principios y los valores de la misma. No era, únicamente, una cuestión puramente individual. No se trataba de yo y mi conducta. Era un tema sistémico y cómo el individuo vivía afectaba a la credibilidad y buen nombre de toda la familia.

Este comentario previo da sentido a lo que el apóstol Pedro dice. Si te reconoces como miembro de la familia del Señor te has de comportar acorde sus valores porque la credibilidad de Su nombre y de toda la familia está en tus manos. Tristemente la falta de credibilidad del cristianismo se debe a la forma en que vivimos.

La siguiente frase se le atribuye a Gandhi: “No sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús. De hecho, no encuentro nada malo en el cristianismo. El problema está en ustedes los cristianos, pues no viven de conformidad con lo que enseñan”.

¿Cuán creíble es tu fe?