¿Qué le queda entonces al ser humano de todas las fatigas y afanes que lo atarean bajo el sol? Todos sus días son dolorosos, su tarea penosa, y ni de noche descansa. ¡También esto es ilusión!
Son muchos los pensadores que han llegado a la conclusión que la vida es un absurdo. Europa tiene un grave problema de salud mental que nos impide disfrutar de la vida cuando tenemos todo lo que, aparentemente, es necesario para hacerlo. ¿Cuál será, pues, la situación de aquellos que incluso carecen de lo más básico? ¿Cuál será la actitud hacia la vida de aquel que sufre injusticia, persecución, explotación de todo tipo y, además, no tiene ninguna esperanza de que la cosa pueda cambiar algún día?
¿Cuál es el propósito y el sentido de la vida? ¿Qué nos puede dar las fuerzas para levantarnos un día más y afrontar todo lo que este traiga por delante? Es una pregunta que todo ser humano -aunque sea un seguidor de Jesús- se plantea en esos escasos momentos de lucidez que acompañan a la vida contemporánea. Tal vez incluso una buena pregunta para hacerle directamente a Dios.