No hay para el ser humano más felicidad que comer, beber y disfrutar de su trabajo, pues he descubierto que también esto es don de Dios, y nadie come ni disfruta sin su consentimiento. (Eclesiastés 2:24-25)
Es una afirmación muy importante, disfrutar de la vida es un don de Dios y, por tanto, nosotros los que somos seguidores de Jesús deberíamos ser los primeros en disfrutar de la ella en todas sus dimensiones. Hay muchas cosas no buenas, sino buenísimas en la vida. Ciertamente también hay dolor, enfermedad, injusticia y muerte; pero también hay amor, familia, amistad y todos los beneficios espirituales que se derivan de nuestra relación con el Maestro, paz, comunidad, perdón, su presencia, esperanza y vida eterna.
Tal vez, al menos en buena parte, nuestro problema es que nos centramos con excesiva facilidad en las carencias y dejamos de valorar todo aquello que tenemos. Tal vez el reto consiste en aprender, como decía el apóstol Pablo, a tener contentamiento, a ser capaz de experimentar satisfacción con la vida cualquiera que sean las circunstancias. Es un aprendizaje, el mismo Pablo así lo afirma, no salimos de fábrica con esta capacidad pero, al mismo tiempo, el Señor nos la puede dar.