"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado". (Mateo 27:46)
Así se sintió Jesús. Podemos hacer todas las interpretaciones que queramos. Podemos maquillarlo y hacerlo más políticamente correcto porque nos choca que el Maestro expresase semejantes palabras, pero... es realmente lo que sintió y experimentó y, por tanto, nos concede a nosotros el derecho a legitimar ese sentimiento cuando así lo experimentamos, cuando sentimos que el Señor se ha olvidado de nosotros, nuestra realidad, nuestras circunstancias.
Es legítimo y yo diría que hasta necesario el podérselo expresar a Dios. Hace bien al alma cuando podemos ser honestos con Él. Jesús nos mostró que así es. Job se derramó delante de Dios. 46 de los 150 salmos de la Biblia -de un total de 150- son salmos de lamento. No permitas que una teología deformada añada a tu sentimiento de abandono el de la culpa porque se supone que un buen creyente nunca debe experimentar eso y, consecuentemente, si lo vive es que no tiene la suficiente fe y confianza en Dios.
Si te sientes olvidado y abandonado por Dios. Díselo.