Os he demostrado así en todo momento que es preciso trabajar para socorrer a los necesitados, teniendo presente aquella máxima de Jesús, el Señor: “Más dicha trae el dar que el recibir”. —Hechos 20:34-36

El Señor Jesús afirmó, como reflejan estas palabras, que hay más dicha en el dar que en el recibir. Eso entra en conflicto con la lógica de nuestra sociedad orientada al recibir y al pensar primera y, a veces, casi exclusivamente, en nuestras necesidades, no únicamente las de tipo de material, sino también las emocionales, las intelectuales y las sociales.

En ocasiones, usamos el subterfugio de que una vez hayamos cubierto nuestras necesi- dades entonces, y sólo entonces, estaremos en condiciones de cubrir las de los demás. Lo que sucede es que nuestras necesidades son como un agujero negro que siempre exigen y exigen más y nunca acaban de saciarse. La afirmación de que una vez yo tenga cubierto lo mío cubriré lo de los otros es una quimera, que es definido por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española de la siguiente manera: Aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo.

La lógica que plantea Jesús a sus seguidores es la opuesta. Según el Maestro, conforme ministras a otros en sus necesidades las tuyas se van cubriendo. Cuando das, en cualquier nivel, recibes. Cuando te desprendes experimentas una sensación de dicha que es inexplicable y que es difícil de entender si nunca has dado generosa y desprendidamente.

La invitación de la Cuaresma el día de hoy es a reflexionar acerca del modo en que el dar está enraizado en nuestra vida. Podemos valorar si estamos enfocados al dar o al recibir. Si buscamos satisfacer nuestras necesidades o somos sensibles a las de aquellos que están a nuestro alrededor. Si estamos experimentando la dicha de haber podido dar o, por el contrario, vivimos en esa insatisfacción permanente que genera el estar siempre pendientes y enfocados en lo que nosotros necesitamos.