Demostrad con hechos vuestra conversión. (Mateo 3:8)

El fruto identifica al árbol. Al ver estas manzanos podríamos deducir, sin ningún género de dudas, que nos encontramos ante un manzano. Si alguien insistiera en que se trata de un peral lo miraríamos con un aire de escepticismo y tal vez optáramos por seguirle la corriente sabiendo en nuestro fuero interno de que diga lo que diga aquello es un manzano. 

Vamos a aplicarlo al seguimiento de Jesús. Las palabras de Juan el Bautista son claras, los hechos prueban que la conversión, el cambio de orientación en la vida, es auténtica. El propio Maestro insistió en varias ocasiones que los hechos son la prueba fehaciente de nuestra realidad como discípulos. Él mismo indicó que nos había llamado para que lleváramos fruto, y nunca afirmó que el signo identitario sería lo que creíamos sino como vivíamos.

Entonces pensemos ¿hay una brecha entre lo que creo y lo que vivo? No hablo de la brecha normal y natural producto de ser personas en proceso, sino de esa brecha que muestra una incoherencia entre lo que digo que soy -un peral- y lo que produzco -manzanas-.