Pero se trata de que pongáis en práctica esa palabra y no simplemente que la oigáis, engañándoos a vosotros mismos. (Santiago 1:22)
Con toda seguridad el peor de los engaños es el autoengaño, cuando uno se cree las propias mentiras que ha fabricado. Sin embargo, ¡Qué fácil es engañarnos a nosotros mismos! Lo es porque, como dice la Escritura, el corazón del ser humano -su centro de control y dirección del proyecto vital- es súper engañoso.
Individuos y colectivos tienen sus propias mentiras que los caracterizan. Entre los seguidores de Jesús una de las tristemente populares es creernos que el conocimiento teórico e intelectual de la Palabra del Señor equivale a practicarla y vivirla. Nos sentimos satisfechos, orgullosos de nuestra pureza doctrinal pero, después, nuestro estilo de vida desmiente total o parcialmente semejante conocimiento.
Santiago que es un pragmático de tomo y lomo afirma que lo que cuenta no es lo que sabes sino si lo que conoces lo estás aplicando, de lo contrario, tu conocimiento es puro y simple autoengaño.
¿Hasta qué punto vives en autoengaño? ¿En qué aspectos te estás autoengañando?