Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio ¿quién lo conoce? (Jeremías 17:9)

En la Biblia el corazón no tiene nada que ver con las emociones, los sentimientos, los estados de ánimo. El corazón es el centro de control de nuestro proyecto de vida. En él se fraguan y toman las decisiones. Allí radican nuestros valores y se conforma nuestra comprensión del mundo y cómo vivimos en él.

Por eso la Biblia afirma que sobre todo debemos guardar nuestro corazón porque es la fuente de nuestro proyecto vital (Proverbios 4:23). Una de las características que tiene el corazón es su carácter engañoso. El problema es que nos engaña incluso a nosotros mismos. Somos capaces de hacer las cosas más correctas del mundo con las motivaciones más incorrectas. Lamentablemente no hay peor engaño que aquel que uno se infringe a sí mismo.

La ciencia nos ha enseñado una curiosa relación entre el corazón y el cerebro. El primero, toma decisiones, genera actitudes, motivaciones, valores; el segundo, articula todo un discurso para justificarlas y evitar, de ese modo, que se produzca una disonancia cognitiva. El corazón decide cómo actuar y el cerebro justifica esa acción. 

Por eso, una vez más, precisamos traer el corazón ante Dios porque la evaluación que hagamos de nosotros mismos puede ser totalmente falsa. 

¿Cómo disciernes las intenciones de tu corazón?