Sino que se complace en la ley del Señor sobre la que reflexiona día y noche. Es como un árbol plantado junto al arroyo; da fruto a su tiempo y no se secan sus hojas; consigue todo lo que emprende. (Salmo 1:2-3)
Una de las imágenes bíblicas para describir una vida de discipulado y seguimiento de Jesús es llevar fruto. Fruto en dos dimensiones: mostrar en nosotros el carácter del Maestro, en nuestra manera de vivir y pensar y bendecir la vida de las personas en los entornos en los que nos movemos.
Esto, sin embargo, no sucede de forma espontánea, no se genera automáticamente por asistir a reuniones cada domingo; tampoco por un peregrinaje de evento en evento evangélico buscando una epifanía que nos transforme de forma y cambie de una vez por todas. No es lo que el salmista nos enseña. Relaciona el dar fruto con la reflexión de forma continuada en la Palabra del Señor, y esto es algo que no sucede, no se da, se busca y se trabaja de forma intencional, consciente, proactiva. Hay pues una relación directa entre el fruto -en las dos dimensiones antes mencionadas- y la búsqueda del Señor en oración y lectura diaria de su Palabra.
¿Cómo está tu búsqueda intencional del Señor?