Jacob insistió: Júramelo antes. Esaú se lo juró, y de ese modo le vendió a Jacob sus derechos de primogénito. Entonces Jacob sirvió a Esaú pan y el potaje de lentejas. Esaú comió, bebió, se levantó y se fue. Así fue como Esaú malvendió sus derechos de primogénito. (Génesis 25:33-34)

La primogenitura implicaba, no sólo un lugar de honor después del padre, sino también el doble de la herencia paterna. Esaú, sin embargo, despreció todo ello a cambio de satisfacer una necesidad inmediata. Gratificación a corto plazo al precio de perder bendiciones a medio y largo plazo.

No debemos ser demasiado severos en nuestro juicio a Esaú. Nosotros mismos vivimos en una sociedad que, en buena parte, está montada alrededor de generar y apelar a las necesidades más básicas -sexo, poder, placer, estatus- a fin de que sintamos un deseo inmediato de satisfacerlas; con demasiada frecuencia al precio de renunciar y desechar cosas que son más valiosas e importantes a medio plazo.

Nosotros somos hijos del Señor, hemos sido elevados a la categoría de herederos juntamente con Cristo pero, ¿con cuánta frecuencia no vendemos nuestros derechos como hijos por los platos de lentejas que nos ofrece el mundo en el que vivimos? Cada uno de nosotros es único y singular y el mundo apelará a nuestras necesidades básicas para urgirnos a que las satisfagamos de forma inmediata sin pensar en las implicaciones que eso puede tener a medio plazo y, mucho menos a largo plazo.

Piensa ¿Cuál es tu plato de lentejas?