¡Habéis resucitado con Cristo! Orientad, pues, vuestra vida hacia el cielo... Poned el corazón en las realidades celestiales y no en las de la tierra. (Colosenses 3:1-2)
El corazón en las Escrituras no es el centro emocional; antes al contrario, es el centro de control de todo el proyecto vital de una persona. Desde el mismo se configuran los paradigmas que resultarán en valores que se expresarán, finalmente, por medio de conductas.
Pablo no no está diciendo que nos convirtamos en místicos -aunque algunos pueden tener esa tendencia y es algo bueno que les permitirá experimentar al Señor en otra dimensión- El apóstol nos está diciendo que nuestro proyecto vital no debe responder a las realidades sociales y culturales de nuestro tiempo y nuestro entorno. Nuestro paradigma -es decir, nuestra manera de ver e interpretar el mundo-, nuestros valores -aquellas cosas que consideramos no negociables- y nuestras conductas -lo que hacemos y omitimos- debe responder al Reino y su forma de entender la vida. Recordemos las palabras del Maestro, donde está nuestro corazón señala hacia donde está nuestro tesoro, es decir, aquello que consideramos valioso.
¿Hacía dónde te orientas?