Entonces Jesús, mirándole, le amó. (Marcos 10:21)

Dios no necesita nada de nosotros. Nuestra adoración, alabanza y obediencia no le añaden absolutamente nada. Sin embargo, muchos de nosotros nos relacionamos con Dios desde la obligación-detrás de la cual esta el miedo- y no desde el amor. 

La obligación nos lleva a pensar que hay un Dios exigente que espera de nosotros un cierto comportamiento que es la base para que nos ame y acepte. Consecuentemente, como nunca damos la talla y no podemos cumplir sus expectativas vivimos con un permanente sentido de culpa y vergüenza. Estamos en deuda y, día a día, hay que ganarse la aprobación y el amor de Dios.

Pero como cambiarían las cosas si la base de nuestra relación fuera el amor. Si entendiéramos y viviéramos la realidad de que el Señor no necesita nada de mí y lo que desea es bendecirme, ayudarme a navegar las dificultades de vivir en un mundo roto siendo como somos personas rotas. Que cuando nos pide obediencia o nos comparte sus mandamientos no lo hace porque eso sea condición para ser amados, sino, antes al contrario, porque desde el amor profundo desea lo mejor para nuestras vidas como cualquier padre normal desea lo mejor para sus hijos o un abuelo para sus nietos.

La manera como pienses que te mira Jesús determinará cómo tú lo mires a Él.