Cuando Jesús llegó cerca de Jerusalén, a ver la ciudad lloró a causa de ella. (Lucas 19:41)

No es la primera vez que a Jesús se le mueven las emociones al percibir la situación emocional, espiritual, social y económica de las personas. El lloro por Jerusalén no viene dado por su arquitectura, la acumulación de basura o las condiciones infrahumanas en que vivía una buen parte de su población. Jesús llora por las personas que habitan la ciudad, su alejamiento del Señor y todas las implicaciones que ello tiene.

Tengo una propuesta para ti lector. Cada día, la primera vez que pises la calle, eleva una oración por tu ciudad, por sus habitantes, por sus necesidades, para que el Reino venga a la misma. Vamos a unirnos a Jesús en sentir, llorar y orar por nuestras ciudades.

¿Te unes?