También dijo:
— Con el reino de Dios sucede lo mismo que con la semilla que un hombre siembra en la tierra: 27 tanto si duerme como si está despierto, así de noche como de día, la semilla germina y crece, aunque él no sepa cómo. 28 La tierra, por sí misma, la lleva a dar fruto: primero brota la hierba, luego se forma la espiga y, por último, el grano que llena la espiga. 29 Y cuando el grano ya está en sazón, en seguida se mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha. (Marcos 4:26-29)
Una semilla crece porque tiene el potencial en sí misma para hacerlo. En aquella época el campesino que sembraba no tenía ni la más remota idea de los mecanismos que hacían que aquella semilla depositada en el suelo pudiera producir el fruto que después recogería. Ahora los conocemos perfectamente, sin embargo, en los tiempos de Jesús aquello era un auténtico misterio, entendiendo por tal algo que va más allá de lo que la razón puede procesar. Todavía existen muchos misterios en nuestro mundo científico y tecnológico. Todavía hay muchos fenómenos que la ciencia no ha tenido la capacidad de desvelar y entender los mecanismos implícitos que permiten que éstos se den.
Jesús usa la semilla para hacer un paralelismo con el Reino de Dios. Podemos tener la certeza de que se establecerá, que tal y como nos enseña la petición del Padrenuestro su voluntad se hará de forma perfecta en la tierra del mismo modo que se hace ya en los cielos. Desconocemos los mecanismos que el Señor utilizará para llevar a cabo esta realidad; para nosotros son un total misterio. Sin embargo, sabemos que el mensaje del evangelio tiene poder en sí mismos para producir resultados al margen de nuestra capacidad o no para entenderlo. Como dice Pablo en Romanos: "El evangelio es poder de Dios". Esto nos ha de llevar a una actitud de total confianza en el Señor y su poder. La cuestión no reside en que yo entienda o no, sino en que Él está detrás de su Palabra y producirá el fruto en su debido tiempo.
Pero la parábola también nos habla de nuestro propio papel en el proceso de la construcción del Reino. Sin duda es la semilla la que tiene todo el potencial pero, al mismo tiempo, precisa del campesino para la preparación de la tierra y la plantación de la misma. El trabajador del campo ha de hacer su función, su parte del trato, en la confianza que la semilla con su propio mecanismo hará el resto. Obrar y confiar. Pablo, escribiendo a los Corintios lo ilustra perfectamente cuando indica que: "Pablo sembró, Apolos regó, pero el crecimiento lo da Dios".
En resumen, esta es una parábola que nos invita a esforzarnos en construir el Reino sabiendo que, en definitiva, es el Señor quien lo hará. Agustín de Hipona lo resumió perfectamente cuando dijo: "El hombre sin Dios no puede; Dios sin el hombre no quiere".
Trabajo y confianza ¿Cuán presentes están en tu vida ambas realidades relacionadas con el Reino?