He luchado con valor, he corrido hasta llegar a la meta, he conservado la fe. (2 Timoteo 4:7)
Lo importante no son los comienzos, por buenos que estos puedan ser; lo que cuenta es acabar y hacerlo bien. Estas palabras del apóstol me han hecho pensar en las de Eclesiastés 7:8: "Más vale el final que el comienzo".
Son palabras que no llevan a reflexionar acerca de cómo estamos viviendo y adónde nos llevará nuestro estilo de vida. También son palabras de advertencia para evitar una arrogancia que nos haga sentir invulnerables. El propio Pablo afirmaba que aquel que crea estar firme mire de no caer.
Asumo que todos deseamos acabar bien, pero esto no sucede como consecuencia del azar ni está predestinado desde antes de la fundación del mundo. Depende en buena parte de nosotros, de que nos esforcemos en la gracia, de que hagamos nuestra la petición al Padre que nos libre del mal, de nuestra voluntad para reconocer el pecado y confesarlo. En definitiva de caer pero volver a levantarnos.