Yo en la culpa fui engendrado, en pecado me concibió mi madre. (Salmo 51:7)
Fue el escritor de la Ilustración Rousseau quien afirmaba que el hombre era bueno por naturaleza pero era la educación la que lo echaba a perder; tal vez por eso abandonó a sus cinco hijos en un hospicio para niños y nunca se preocupó por ellos. Al hacerlo, no tuvo que preocuparse de confirmar su teoría sobre la bondad humana. Por otro parte, un siglo antes, Thomas Hobbes ya había afirmado que el hombre era malo, un depredador para los otros seres humanos. Vemos, pues, dos maneras diferentes y enfrentadas de percibir al ser humano.
Creo que Hobbes está más alineado con la verdad bíblica que considera que desde la rebelión de Adán y Eva contra el Señor y su autoridad el pecado se ha ido transmitiendo genéticamente de generación en generación. Tú y yo somos la evidencia de esa realidad. Somos como esos productos que salen de fábrica ya defectuosos y, por tanto, siempre funcionarán de esa manera a menos que sean arreglados. Incluso nosotros, los que hemos conocido a Jesús, sabemos que ese proceso regenerativo durará toda la vida.
Cuándo te miras a ti mismo ¿Qué evidencias ves de que eres un ser afectado por el pecado?