Entonces les dijo [Jesús]: me está invadiendo una tristeza de muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. (Mateo 26:38)
Me sorprende la brutal honestidad de Jesús y su vulnerabilidad al expresar lo que siente, cómo está viviendo la situación. Es alentador y reconfortante observar que el Maestro se siente mal hasta un punto extremo y que no tiene el más mínimo problema en expresárselo al Padre -en tres ocasiones- y también a aquellos que considera sus amigos más cercanos.
El ejemplo de Jesús me resulta alentador ante un cristianismo artificial que siempre proclama ir de victoria en victoria, que todo es gozo y triunfo y donde no hay lugar para la frustración, la tristeza, la decepción, el abatimiento o la amargura, porque fácilmente son despachadas como falta de fe y confianza en el Señor.
Puede ser que tengamos una teología del gozo pero, lamentablemente, carecemos de una del dolor que de espacio para experimentar con honestidad y legitimidad cuando la vida duele y que podamos, con la misma honestidad que Jesús lo hizo, expresárselo al Padre sin sentir que no damos la talla o que carecemos de fe.
¿Qué emociones hay en tu vida que precisas legitimizar?