Entonces Jesús le respondió: - ¡Grande es tu fe, mujer! ¡Que se haga lo que deseas! Y su hija quedó curada ese mismo instante. (Mateo 15:28)
Jesús le dice esta afirmación a una mujer cananea, es decir, que no pertenecía al pueblo de Israel. Afirmación similar a la que le hizo a un centurión romano, y la que reconoció en aquellos hombres que hicieron un agujero en el techo para que su amigo paralítico pudiera acceder al Maestro. Afirmaciones que contrastan con aquellas que tuvo que hacerles a sus discípulos ¿dónde está vuestra fe? No deja de ser interesante en quién Jesús reconoce y afirma fe y en quiénes no. No olvidemos que, justo en el momento de su ascensión a los cielos, algunos todavía dudaban.
Aquí viene mi reflexión cuaresmal ¿Qué diría Jesús de mi fe con relación a esos temas verdaderamente importantes que me preocupan? ¿La alabaría y afirmaría o, por el contrario, me preguntaría dónde está mi fe? Y no es una fácil respuesta porque a veces el corazón -al menos el mío- lucha entre la credulidad y la incredulidad, entre la confianza y desconfianza. Al pensar en todo ello en oración con Dios sólo se me ocurre orar con las mismas palabras que aquel padre que le dijo a Jesús: Creo, pero ayuda mi incredulidad.
¿Cuál es el estado de tu fe?