Conserva la fe y mantén limpia la conciencia. Por descuidarla algunos naufragaron en la fe. (1 Timoteo 1:19)

Hay varias cosas interesantes en este versículo tan simple. Primera, entender qué es la conciencia. Esa voz interior que hace juicios morales sobre nuestras acciones, omisiones, pensamientos, motivaciones, valores, etc.

Segunda, no confundirla con el Espíritu Santo. Aquella la tienen todos los seres humanos; este tan sólo aquellos que tienen una relación personal con Jesús. Sin duda, el Espíritu Santo habla a través de la conciencia pero no son sinónimos. 

Tercera, entender que la conciencia sólo puede funcionar con la información que previamente se le ha cargado. Es como una computadora, sólo funcionará con el software que previamente le hayas instalado. Nuestra conciencia se forma con la educación que hemos recibido, las experiencias que hemos tenido y, naturalmente, la Palabra del Señor en nuestra mente y corazón. La conciencia emitirá sus juicios en base a toda esa información. Por eso, es tan importante que estos estén basados en la Palabra y no en la cultura.

Cuarta, la conciencia debe de mantenerse limpia. Significa que cuando emite un juicio hemos de responder al mismo actuando en consecuencia. Todo tiene efectos acumulativos en la vida. Cada vez que respondemos positivamente a la conciencia desarrollamos músculo espiritual. Cada vez que la desechamos lo perdemos.

Quinta y última. La conciencia tiene como propósito que no naufraguemos espiritualmente. Guiada por el Espíritu Santo nos permite navegar la vida agradando a Dios.

¿Cuán limpia está tu conciencia?