Pero es preciso que la perseverancia [resiliencia] lleve a feliz término su empeño, para que seáis perfectos, cabales e intachables. (Santiago 1:4)

Las dificultades de la vida ponen a prueba la realidad y calidad de nuestra fe; ponen de manifiesto aspectos de nuestra vida y carácter que deben ser trabajados y gestionados. Si esto se hace bien generamos resiliencia, es decir la capacidad de crecer en y por medio de la adversidad.

Pero Santiago nos advierte que aunque nuestra tendencia natural es huir lo antes posible de las dificultades, puede darse el caso de que cerremos la situación en falso, sin haber trabajado aquellas realidades que se han puesto de manifiesto. Por tanto, el hermano de Jesús, nos anima a no cerrar los temas hasta que el trabajo en el carácter se haya llevado a cabo es entonces y solamente entonces cuando la resiliencia dará los tres frutos que el mismo escritor indica: madurez emocional y espiritual, tendremos más capacidad de afrontar nuevas adversidades y veremos nuestro carácter transformado.

La tentación es huir lo antes posible de la adversidad pero, si lo hacemos apresuradamente perderemos los frutos de la resiliencia.