En el evangelio de Juan, Jesús nos da un nuevo mandamiento, que nos amemos los unos a los otros. Además, afirma que ese será el signo, el distintivo, por el cual seremos identificados como discípulos suyos.

Es curioso que hacemos mucho énfasis en la ortodoxia, es decir, creer las cosas correctas. Las redes sociales están llenas de descalificaciones hacia aquellos que no creen o no tienen los mismos énfasis que tenemos nosotros. Sin embargo, lamentablemente, no ponemos el mismo énfasis en la ortopraxis, es decir, vivir de forma correcta. De hecho, en ocasiones, pareciere que las palabras del Maestro carecen de importancia. 

Jesús es taxativo al respecto. Serás identificado como discípulo suyo no por lo que crees, sino por como vives, y de forma más específica si el amor ágape -ese acto de la voluntad de buscar el bien del otro- está presente y es evidente en tu vida cotidiana, en tus relaciones.

Vamos a examinarnos no tanto en función de si creemos lo correcto -que, naturalmente es importante pero no determinante- sino si vivimos lo correcto, pues la doctrina correcta no necesariamente genera la vivencia correcta pero, la vivencia correcta no puede sino esconder detrás la creencia correcta.