Señor, a ti te llamo: no me ignores, fortaleza mía (Salmo 28:1)


En este salmo percibo tres movimientos. Un comienzo de desesperación ante un problema, realidad o circunstancia que está viviendo el salmista. Una verbalización del mismo ante el Señor que ocupa la parte central del salmo y, un final donde se expresa la confianza renovada en el Señor. El ciclo, que se repite en muchos salmos, podría ir del siguiente modo: desesperación --> verbalización --> renovación de la confianza.

He experimentado en numerosas ocasiones ese ciclo en mi propia vida si miro hacia atrás. Pero, incluso a día de hoy siento la presión que David experimentaba; tengo delante mío situaciones que me producen un cierto abatimiento y la sensación de que Dios no está al caso. Estoy hablando de hoy, de ahora mismo. Lo siento como una especie de nube pesada sobre mi cabeza, algo que se concentra entre mis ojos y la parte superior de mi frente, que tiene incluso sus efectos físicos sobre mi cuerpo. Sé que no pasará hasta que no encuentre el espacio de calidad para estar con el Señor y verbalizarse todo lo que siento, vivo y temo. Todo ello con crudeza y honestidad ¡Sin pelos en la lengua! He aprendido que ese peso, ese abatimiento no marchará hasta que haya sabido o podido dejar en las manos del Señor que gobierna y controla el universo. Una vez hecho esto, es como si de nuevo pudiera recobrar la perspectiva correcta de las cosas. El problema no ha desaparecido pero el Señor se ha hecho visible de nuevo en el horizonte, y su carácter vuelve a insuflar ánimo y fuerzas a mi vida. 


¿Qué situaciones hay en tu vida que requieren que apliques el ciclo?



Señor, a ti te llamo: no me ignores, fortaleza mía (Salmo 28:1)


En este salmo percibo tres movimientos. Un comienzo de desesperación ante un problema, realidad o circunstancia que está viviendo el salmista. Una verbalización del mismo ante el Señor que ocupa la parte central del salmo y, un final donde se expresa la confianza renovada en el Señor. El ciclo, que se repite en muchos salmos, podría ir del siguiente modo: desesperación --> verbalización --> renovación de la confianza.

He experimentado en numerosas ocasiones ese ciclo en mi propia vida si miro hacia atrás. Pero, incluso a día de hoy siento la presión que David experimentaba; tengo delante mío situaciones que me producen un cierto abatimiento y la sensación de que Dios no está al caso. Estoy hablando de hoy, de ahora mismo. Lo siento como una especie de nube pesada sobre mi cabeza, algo que se concentra entre mis ojos y la parte superior de mi frente, que tiene incluso sus efectos físicos sobre mi cuerpo. Sé que no pasará hasta que no encuentre el espacio de calidad para estar con el Señor y verbalizarse todo lo que siento, vivo y temo. Todo ello con crudeza y honestidad ¡Sin pelos en la lengua! He aprendido que ese peso, ese abatimiento no marchará hasta que haya sabido o podido dejar en las manos del Señor que gobierna y controla el universo. Una vez hecho esto, es como si de nuevo pudiera recobrar la perspectiva correcta de las cosas. El problema no ha desaparecido pero el Señor se ha hecho visible de nuevo en el horizonte, y su carácter vuelve a insuflar ánimo y fuerzas a mi vida. 


¿Qué situaciones hay en tu vida que requieren que apliques el ciclo?



Señor, a ti te llamo: no me ignores, fortaleza mía (Salmo 28:1)


En este salmo percibo tres movimientos. Un comienzo de desesperación ante un problema, realidad o circunstancia que está viviendo el salmista. Una verbalización del mismo ante el Señor que ocupa la parte central del salmo y, un final donde se expresa la confianza renovada en el Señor. El ciclo, que se repite en muchos salmos, podría ir del siguiente modo: desesperación --> verbalización --> renovación de la confianza.

He experimentado en numerosas ocasiones ese ciclo en mi propia vida si miro hacia atrás. Pero, incluso a día de hoy siento la presión que David experimentaba; tengo delante mío situaciones que me producen un cierto abatimiento y la sensación de que Dios no está al caso. Estoy hablando de hoy, de ahora mismo. Lo siento como una especie de nube pesada sobre mi cabeza, algo que se concentra entre mis ojos y la parte superior de mi frente, que tiene incluso sus efectos físicos sobre mi cuerpo. Sé que no pasará hasta que no encuentre el espacio de calidad para estar con el Señor y verbalizarse todo lo que siento, vivo y temo. Todo ello con crudeza y honestidad ¡Sin pelos en la lengua! He aprendido que ese peso, ese abatimiento no marchará hasta que haya sabido o podido dejar en las manos del Señor que gobierna y controla el universo. Una vez hecho esto, es como si de nuevo pudiera recobrar la perspectiva correcta de las cosas. El problema no ha desaparecido pero el Señor se ha hecho visible de nuevo en el horizonte, y su carácter vuelve a insuflar ánimo y fuerzas a mi vida. 


¿Qué situaciones hay en tu vida que requieren que apliques el ciclo?