Jesús le contestó: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu inteligencia. Este es el primer mandamiento y el más importante. Pero hay un segundo mandamiento que es parecido a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Mateo 22:37-39)
Philip Yancey -el famoso escritor cristiano- afirma que existen centenares de denominaciones evangélicas. Todas ellas caracterizadas por su singular y especial énfasis. Un énfasis que les lleva, en la mayoría de los casos, a juzgar y mirar por encima del hombro a aquellos que no lo comparten. Son matices, pero para nosotros tan importantes, que nos llevan a fundar una nueva iglesia o denominación porque de esa manera seremos más ortodoxos, más puros, mejores.
Todo esto contrasta con la simplicidad del mensaje de Jesús que reduce lo básico e importante a dos cosas: La primera, el amor a Dios, que Él mismo definió como la obediencia a sus mandamientos que, no lo olvidemos, no es lo mismo que las normas culturales de tu denominación o iglesia particular. La segunda, el amor al prójimo que, tampoco hemos de olvidar, no se trata de tener sentimientos positivos hacia este, sino de buscar de manera intencional su bien.
Curioso porque esto es lo suficientemente amplio y flexible para que muchos quepan y no tengamos que juzgarnos entre nosotros por matices que pueden ser significativos pero que dudo le interesen a Jesús.