Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo; y este mundo se acaba junto con todo lo que la gente tanto desea; pero el que hace lo que a Dios le agrada vivirá para siempre. (1 Juan 2:16-17)

Vale la pena recordar que el mundo es todo un sistema social, cultural, político, económico y espiritual construido al margen del Señor y su perspectiva de la vida. 

Tres, según Juan, son las estrategias que usa para atraernos. Primera, un intenso deseo por el placer físico. En nuestras sociedad híper hedonistas esto es evidente y notorio. El placer no es malo en absoluto; no olvidemos que fue creado por Dios. El problema radica en la promesa que no cumple el placer de darnos satisfacción permanente en nuestras vidas y la exigencia de nuevas dosis.

Segunda, un deseo insaciable por todo lo que vemos. Nunca se cansa el ojo de ver, afirma la Palabra. Es esa pulsión interna que nos dice que tan si tuviéramos eso que nos falta ya seríamos totalmente felices. Cuando lo obtenemos nos damos cuenta que... naturalmente no ha sido así.

Tercera, el orgullo de nuestros logros. El logro no es malo, como tampoco lo es el placer, el problema radica cuando mi validación como ser humano depende de éste. Tanto tengo tanto valgo, sea estatus, poder, recursos o cualquier otra cosa.

¿A cuál de estas tres estrategias eres más propenso?