Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. (Mateo 5:3)

Dallas Willard afirma que este versículo ha sido tradicionalmente mal traducido y peor interpretado. Según él pareciera o pareciese haber una relación entre la pobreza espiritual y la bendición que se recibe; dicho de otra manera, tu pobreza espiritual te hace merecedor del reino. Esta pobreza, por tanto, es una cualidad espiritual que debemos buscar.

Willard nos dice que entre los oyentes originales de las palabras de Jesús se encontraban todos aquellos que desde el punto de vista de la religión oficial y de su condición social no calificaban para nada. No tenían ningún valor no eran importantes ni relevantes. Y, a pesar de ellos, incluso con su falta total de cualificaciones el reino de los cielos se abre para ellos de puertas abiertas. Jesús les está, y nos está diciendo a nosotros, que todos calificamos para una relación especial y significativa con Él, con el Padre, no debido a, sino a pesar de. Somos bendecidos, felices, bienaventurados porque inexplicablemente, contra todo pronóstico se nos abre la puerta del cielo.

Los feos, los gordos, los calvos, los que no tienen suficientes likes en las redes sociales, los que visten mal y carecen de glamour, los que su opinión nunca es tenida en cuenta porque nadie piensa que puedan tener nada que decir y aportar, los que no llegan a final de mes, los solitarios y ese etcétera tan largo como quieras. Esos son felices porque Dios les abre las puertas del Reino de par en par, les da la bienvenida y los eleva a la categoría de hijos y herederos. Ya lo dijo con otras palabras Pablo, el apóstol, a lo más bajo, vil y menospreciable del mundo ha escogido Dios.

¿Te consideras feliz?