Debéis saber que habéis sido liberados de la estéril situación heredada de vuestros mayores, no con bienes caducos como son el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, cordero sin mancha y sin tacha  (1 Pedro 1:18-19)

La ilustración corresponde al cuadro, "El cordero de Dios" de Francisco de Zurbarán del siglo XVII.

Estos días estoy leyendo un buen libro titulado, "Not the way it's supposed to be, a breviary of sin". de Cornelius Plantinga. El autor habla de como el concepto de pecado se ha ido diluyendo, en nuestra sociedad, por supuesto, pero también en la iglesia. Ya no nos parece algo tan grave, es más fácil justificarlo y acostumbrarnos a que forme parte de nuestra vida, especialmente cuando se vuelve algo habitual en el contexto cultural en el que vivimos.

Justo ha coincidido con el texto que escribió el apóstol Pedro y que nos habla de lo que costó nuestra liberación del pecado. Hay un refrán castellano que indica que, a grandes males, grandes remedios. Si seguimos su lógica y vemos el remedio que Dios tuvo que darle al problema del pecado, nos daremos cuenta de la gravedad del mismo.

Pensémoslo bien; todo pecado o nos destruye un poco más o destruye a otros y/o nuestras relaciones con ellos, o destruye nuestra relación con Dios o con su creación o una combinación de varios de esos factores.

¿Banalizamos el pecado? ¿Lo haces tú?