El retiro personal.
Cada tres meses, aproximadamente, tomo un día o un día y medio para estar a solas únicamente con el Señor. ¿Con qué propósito? Ir a la presencia de Dios y enfocar de nuevo mi vida, mis valores, mis prioridades en Él y su voluntad. Es un tiempo para permitir que Él me examine y me dé luz y discernimiento sobre mi vida personal, familiar, ministerial, etc. Es un tiempo para desconectar de todos los ruidos ambientales –no sólo físicos, también mentales, emocionales, espirituales- y poder agudizar mi oído para escuchar mejor la voz del Señor. Es también un tiempo para celebrar, reconocer y dar gracias a Dios por todo lo que continúa haciendo en mi vida. El enfoque. Es tomar la decisión de escoger lo mejor. El reto para mí no consiste en elegir entre lo bueno y lo malo. Esto, por lo general, no es excesivamente complicado. Para mí el desafío es escoger lo mejor, aquello que Dios me ha llamado a hacer, aquello que más avance su Reino, aquello donde mejor pueda usar mis dones, talentos, tiempo y recursos.
El descanso.
Mantener el día de reposo –no me refiero al sábado literalmente- sino esos ritmos de descanso establecidos por el Dios que después de haber trabajado seis días tomó uno para descansar. Tiempo para recrearme en el sentido más profundo de la palabra, para generar nuevas fuerzas físicas, emocionales, mentales y espirituales para vivir
honrando a Dios y avanzando su Reino.
La generosidad.
Entiendo que todos los recursos que tengo pertenecen al Señor y me
han sido dados para satisfacer mis necesidades y bendecir a otros. Practico la generosidad con mi economía –dando más del diezmo-, mi tiempo y el resto de mis recursos. Considero y practico que dar, como enseñó el Maestro- produce mucha más felicidad