Y ahora resulta que llega este hijo tuyo, que se ha gastado tus bienes con prostitutas, y mandas matar en su honor el becerro cebado. (Lucas 15:30)
Todos conocemos la parábola del padre que ama y perdona en cuyo contexto aparecen estas palabras. Por definición la gracia es injusta, escandalosa, inapropiada e incluso podríamos decir que maldita. Lo es a los ojos de aquel que observa como el pecador no recibe lo que merece, lo que se ha ganado, lo que es justo. El razonamiento del hermano del pródigo es impecable y totalmente correcto desde la perspectiva de la ley; su hermano no está recibiendo lo que en justicia se merece, antes al contrario, está siendo premiado por una conducta que le ha dañado a él pero también al resto de la familia. Como persona justa no puede participar de algo tan injusto e inapropiado.
Así es la gracia, rompe los esquemas, se salta a la torera la justicia a fin de poder redimir a alguien porque sólo ella redime, la ley nunca pudo hacerlo. Ahora bien, es más fácil recibir la gracia que otorgarla a otros. Una vez que la hemos recibido nos acostumbramos y la consideramos ya un derecho que nos vuelve legalistas hacia los demás.
¿Cómo vives la gracia?