¡Feliz aquel criado a quien su amo, al llegar, encuentra cumpliendo con su deber! (Mateo 24:46)
Cuando un valor -ser agente de restauración y reconciliación- se practica de forma intencional y continuada acaba convirtiéndose en una virtud, una segunda naturaleza como decía Aristóteles. La primera naturaleza, la física, lleva a cabo sus funciones de forma totalmente automática si que en la mayoría de las ocasiones tengamos ni siquiera conciencia de ello. Así sucede con las virtudes, se convierten en una inclinación natural hacia el bien, algo que ya hacemos sin pensar porque no es totalmente natural.
Si esto llega a suceder, es decir, que virtuosamente vivimos como agentes de restauración y reconciliación, no tendremos ningún problema el día en que, o bien seamos llamados a la presencia del Señor, o bien decida venir. En ambos casos, sin duda, nos encontrará haciendo lo que toca hacer porque ser reconciliadores y restauradores es nuestra manera natural de vivir.
¿Cuán virtuoso eres?