Y vi luego una muchedumbre inmensa, incontable. Gentes de toda nación, raza, pueblo y lengua; todos de pie delante del trono y del Cordero; todos vestidos con túnica blanca, llevando palmas en la mano y proclamando con voz poderosa: La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono y del Cordero. (Apocalipsis 7:9-10)

Una de las consecuencias del pecado ha sido la ruptura en las relaciones entre los seres humanos. Adán culpó a Eva para tratar de salvarse. Caín mató a su hermano Abel por celos y envidia. Desde entonces la narración bíblica y la historia de la humanidad está llena de las salvajadas que unos humanos hacemos a otros. Homo homini lupus; el hombre es un lobo para el hombre, dijo Plauto, el autor latino. Tú, lector, y yo mismo tenemos nuestros "enemigos" nos han hecho daño y lo hemos hecho.

Este pasaje me ha ayudado a enfocarme de nuevo, a mirar con esperanza a ese día en que shalom del Señor será restaurado y se notará en la relación entre los seres humanos que ¡Por fin! podrán dejar de lado las diferencias culturales, económicas, religiosas, políticas, sociales, raciales y de cualquier otro tipo. Ese día donde juntos, como al principio, estaremos en la presencia del Señor y de Jesús. 

Pero, hasta que ese día llegue sólo podemos seguir orando: Venga a nosotros tu Reino.