Una esperanza que es para nuestra vida como un ancla firme y segura, y que penetra hasta lo más interior del santuario, adonde abriéndonos camino ya ha entrado Jesús, constituido sumo sacerdote para siempre según el rango de Melquisedec. (Hebreos 6:19-20)

Para los griegos clásicos el ancla ya era considerado como un símbolo de la esperanza, algo que daba seguridad a la vida de las personas. Los seguidores de Jesús lo hemos usado también como expresión de nuestra esperanza y así lo expresa el anónimo autor del libro de los Hebreos.

¿A que esperanza se refiera aquí la epístola? El contexto nos ayuda a entenderlo. En la antigua religión Judía sólo un ser humano, el sumo sacerdote, podría entrar en el lugar santísimo y, únicamente, una vez al año. Allí se creía moraba la presencia misma del Señor y acercarse a la esta era arriesgado y podía ser incluso mortal. 

Pero aquí se nos indica que Jesús ha entrado en el lugar santísimo haciendo accesible la presencia del Señor para todos nosotros. Todos aquellos que tenemos una relación personal con Jesús tenemos acceso 24/7 al lugar santísimo en todo lugar, en todo momento y sin ningún tipo de intermediarios para ello. Es más, como se nos indica en otros lugares de las Escrituras, nosotros mismos hemos venido a ser templos del Dios viviente.

De forma específica esta es la esperanza a la que se refiere Hebreos en este pasaje.