Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. (1 Corintios 8:7)


La conciencia, esa pequeña voz interior, no siempre es fiable. Sus juicios deben estar inspirados y guiados por el Espíritu Santo de Dios. Pablo, el apóstol que más habla acerca de la conciencia, distingue diferentes tipos o estados de la misma. En este pasaje habla acerca de la conciencia débil. Se trata de una conciencia que está poco formada. No está guiada por los principios de la Palabra, todavía no ha alcanzado esa libertad que tiene y disfruta la conciencia que es guiada, como ya he mencionado, por el Espíritu Santo. Entonces, ¿Qué o quién guía sus juicios? Pues con bastante frecuencia es la cultura religiosa del entorno en el que está persona está creciendo quien lo hará.

Ya hablamos que la conciencia es como un software y que únicamente puede emitir juicios con la información previamente cargada. El software de algunas personas es religioso pero no necesariamente bíblico. Es el que reciben del entorno en el que su fe se está desarrollando y, consecuentemente, es la base para sus juicios sobre lo correcto e incorrecto, el bien y el mal. En el pasado muchos cristianos no iban a ver películas porque les decían que era pecado. No hay ningún fundamento bíblico para ello, pero el creyente con conciencia débil si lo hacía se sentía mal porque consideraba que estaba pecando. Cada denominación y grupo religioso tiene sus normas en este sentido que alimentan las conciencias y que no siempre están en consonancia con lo que la Palabra enseña.

El apóstol Pablo lo ilustró con la carne sacrificada a los ídolos. Aquel que tiene la conciencia bien formada, afirma el apóstol, puede comer sin ningún problema, esta no le acusa en absoluto. Aquel con la conciencia débil, si lo hace, no puede dejar de sentir remordimientos porque considera que hace algo que está mal. Nos encontramos pues, como veremos más adelante, ante dos extremos: por un lado la conciencia débil que ve pecado donde no lo ve; por otro la corrompida (Tito 1:15) que aprueba aquello que no se debe ni puede aprobar. 

El problema con la conciencia débil no es únicamente que emite juicios falsos que hacen que la persona se sienta culpable, sino que usa esos veredictos como base para juzgar a los demás, de tal modo que juzga y condena a aquellos que tienen una conciencia bien formada y actúan de modos y maneras basados en la libertad. En definitiva, hay que educar la conciencia con la Palabra del Señor.


¿Cómo definirías tu conciencia?






Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. (1 Corintios 8:7)


La conciencia, esa pequeña voz interior, no siempre es fiable. Sus juicios deben estar inspirados y guiados por el Espíritu Santo de Dios. Pablo, el apóstol que más habla acerca de la conciencia, distingue diferentes tipos o estados de la misma. En este pasaje habla acerca de la conciencia débil. Se trata de una conciencia que está poco formada. No está guiada por los principios de la Palabra, todavía no ha alcanzado esa libertad que tiene y disfruta la conciencia que es guiada, como ya he mencionado, por el Espíritu Santo. Entonces, ¿Qué o quién guía sus juicios? Pues con bastante frecuencia es la cultura religiosa del entorno en el que está persona está creciendo quien lo hará.

Ya hablamos que la conciencia es como un software y que únicamente puede emitir juicios con la información previamente cargada. El software de algunas personas es religioso pero no necesariamente bíblico. Es el que reciben del entorno en el que su fe se está desarrollando y, consecuentemente, es la base para sus juicios sobre lo correcto e incorrecto, el bien y el mal. En el pasado muchos cristianos no iban a ver películas porque les decían que era pecado. No hay ningún fundamento bíblico para ello, pero el creyente con conciencia débil si lo hacía se sentía mal porque consideraba que estaba pecando. Cada denominación y grupo religioso tiene sus normas en este sentido que alimentan las conciencias y que no siempre están en consonancia con lo que la Palabra enseña.

El apóstol Pablo lo ilustró con la carne sacrificada a los ídolos. Aquel que tiene la conciencia bien formada, afirma el apóstol, puede comer sin ningún problema, esta no le acusa en absoluto. Aquel con la conciencia débil, si lo hace, no puede dejar de sentir remordimientos porque considera que hace algo que está mal. Nos encontramos pues, como veremos más adelante, ante dos extremos: por un lado la conciencia débil que ve pecado donde no lo ve; por otro la corrompida (Tito 1:15) que aprueba aquello que no se debe ni puede aprobar. 

El problema con la conciencia débil no es únicamente que emite juicios falsos que hacen que la persona se sienta culpable, sino que usa esos veredictos como base para juzgar a los demás, de tal modo que juzga y condena a aquellos que tienen una conciencia bien formada y actúan de modos y maneras basados en la libertad. En definitiva, hay que educar la conciencia con la Palabra del Señor.


¿Cómo definirías tu conciencia?






Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. (1 Corintios 8:7)


La conciencia, esa pequeña voz interior, no siempre es fiable. Sus juicios deben estar inspirados y guiados por el Espíritu Santo de Dios. Pablo, el apóstol que más habla acerca de la conciencia, distingue diferentes tipos o estados de la misma. En este pasaje habla acerca de la conciencia débil. Se trata de una conciencia que está poco formada. No está guiada por los principios de la Palabra, todavía no ha alcanzado esa libertad que tiene y disfruta la conciencia que es guiada, como ya he mencionado, por el Espíritu Santo. Entonces, ¿Qué o quién guía sus juicios? Pues con bastante frecuencia es la cultura religiosa del entorno en el que está persona está creciendo quien lo hará.

Ya hablamos que la conciencia es como un software y que únicamente puede emitir juicios con la información previamente cargada. El software de algunas personas es religioso pero no necesariamente bíblico. Es el que reciben del entorno en el que su fe se está desarrollando y, consecuentemente, es la base para sus juicios sobre lo correcto e incorrecto, el bien y el mal. En el pasado muchos cristianos no iban a ver películas porque les decían que era pecado. No hay ningún fundamento bíblico para ello, pero el creyente con conciencia débil si lo hacía se sentía mal porque consideraba que estaba pecando. Cada denominación y grupo religioso tiene sus normas en este sentido que alimentan las conciencias y que no siempre están en consonancia con lo que la Palabra enseña.

El apóstol Pablo lo ilustró con la carne sacrificada a los ídolos. Aquel que tiene la conciencia bien formada, afirma el apóstol, puede comer sin ningún problema, esta no le acusa en absoluto. Aquel con la conciencia débil, si lo hace, no puede dejar de sentir remordimientos porque considera que hace algo que está mal. Nos encontramos pues, como veremos más adelante, ante dos extremos: por un lado la conciencia débil que ve pecado donde no lo ve; por otro la corrompida (Tito 1:15) que aprueba aquello que no se debe ni puede aprobar. 

El problema con la conciencia débil no es únicamente que emite juicios falsos que hacen que la persona se sienta culpable, sino que usa esos veredictos como base para juzgar a los demás, de tal modo que juzga y condena a aquellos que tienen una conciencia bien formada y actúan de modos y maneras basados en la libertad. En definitiva, hay que educar la conciencia con la Palabra del Señor.


¿Cómo definirías tu conciencia?