Y claro está que la religión es una fuente de gran riqueza, pero sólo para el que se contenta con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podremos llevarnos; si tenemos qué comer y con qué vestirnos, ya nos podemos dar por satisfechos. (1 Timoteo 6:6-8)

El contentamiento es esa capacidad de encontrarle sentido, propósito y satisfacción a la vida sean cuales sean las circunstancias. Es importante cuando vivimos en una sociedad que de forma constante está generándonos necesidades artificiales a través de todos los medios de comunicación social. Todo el mundo de la publicidad está basado en ello, apelar a nuestras necesidades más profundas haciéndonos creer que se satisfacen por medio de más productos o más experiencias. El resultado es una gran insatisfacción porque no podemos tener y ni experimentar aquello que en nuestra mente se considera necesario para ser feliz.

El acercamiento bíblico es el contentamiento tal y como antes lo definía. La sociedad te indica que tienes siempre el vaso medio vacío; la Biblia te invita a que veas cómo el vaso está medio lleno y puedas disfrutar de lo que tienes sin centrarte en lo que careces. 

El contentamiento no viene de fábrica en el ser humano, antes bien, es la insatisfacción lo que tenemos con el equipamiento de serie. El apóstol Pablo nos dice, escribiendo a los filipenses, que el contentamiento se aprende, se perfecciona, se construye. La gratitud continua es la base del contentamiento. La gratitud por todo lo que tenemos y que Dios nos ha dado. Quien cultiva la gratitud, algo también intencional, desarrolla el músculo del contentamiento y una mayor capacidad para disfrutar de la vida en medio de cualquier circunstancia.

¿Cuáles son tus niveles de contentamiento?