Cuando hoy escuchéis la voz del Señor, no endurezcáis vuestros corazones, como hicieron los que se rebelaron. (Hebreos 3:15)

Cuando leemos el pasaje en el que está ubicado este versículo vemos que se nos indica que hay un ciclo del que debemos ser conscientes porque el mismo nos afecta y nos puede dañar. El pecado seduce y si respondemos a su seducción de forma continuada nos alejamos del Dios vivo. El Señor nos habla a través de su Palabra, la conciencia, el Espíritu Santo y otros creyentes pero, si no escuchamos su voz nuestro corazón se puede ir volviendo más y más insensible. Cada vez que nos negamos a responder a la voz de nuestro Dios se nos endurece un poquito el corazón y, al mismo tiempo, perdemos un poquito de audición de la voz divina. Si esto se repite una y otra vez se produce un efecto acumulativo de perdida de audición y dureza de corazón. Ambas cosas, lamentablemente, se pueden convertir en algo irreversible o que sólo se puede corregir de una manera traumática.

¿Cómo están tus niveles de audición y dureza cardiaca?