Y que vuestro corazón pertenezca íntegramente al Señor, nuestro Dios, cumpliendo sus preceptos y guardando sus mandamientos. (1 Reyes 8:61)

Íntegro, según el diccionario, que está completo o tiene todas sus partes. Si consideramos que en las Sagradas Escrituras el corazón es el centro de control de todo nuestro proyecto de vida, el corazón íntegro sería aquel en el que todas las dimensiones de ese proyecto están orientadas, influencias y dirigidas por el Señor. En contraste, el corazón roto, fragmentado, no íntegro, sería aquel que está dividido entre diferentes lealtades o, si preferimos llamarlo así, diferentes ídolos. Los ídolos, ya lo sabemos, son crueles y tienen sus exigencias para sernos propicios, nos piden un precio para supuestamente hacernos felices; eso fragmenta todavía más las fracturas que el pecado ha generado en la experiencia humana, nos rompe más como personas. Totalmente al contrario de lo que hace el Señor cuando le sometemos todas las dimensiones de nuestro ser, unifica. 

¿Cuán íntegro es tu corazón?