No confiéis en las mentiras de quienes dicen: “Este es el Templo del Señor, el Templo del Señor, el Templo del Señor”. Si mejoráis vuestra conducta y vuestras acciones; si actuáis con justicia entre unos y otros; si no oprimís al huérfano y a la viuda; si no derramáis sangre inocente en este lugar; si no vais tras dioses extraños para vuestra desgracia, entonces habitaré entre vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros antepasados antaño y para siempre. Vosotros confiáis en mentiras que no sirven de nada. (Jeremías 7:4-8)
Vale la pena hacer un ejercicio comparativo entre la situación de Judá y la de nuestro cristianismo evangélico en el mundo occidental. Aquellos se sentían seguros porque tenían la Ley y el Templo, consideraban que ambas cosas les daban una cierta inmunidad ante los peligros que les acechaban. Nosotros podemos tener la misma sensación de falsa seguridad y autosatisfacción porque tenemos nuestras estructuras, eventos y la Biblia. Pero, la perspectiva del Señor no acostumbra a ser la misma.
¿Qué nos enseñan las palabras de Jeremías a nosotros para nuestro tiempo?