Siguiendo con la invitación que Dios nos hace a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y la oportunidad que la Cuaresma nos provee para ello, Jesús nos invita a pensar dónde están realmente nuestros afectos.
Todos nosotros podemos vivir con la tensión entre aquello que proclamamos y la realidad que vivimos. Muchas empresas, simplemente por poner un ejemplo que lo ilustre, tienen en su declaración de propósito el cuidado y la atención al cliente. Sin embargo, a ese valor declarado y publicitado se opone a un trato pésimo del servicio de asistencia técnica, ese es el valor real que no tiene nada que ver con el que se declara o hace público. Los valores reales son los que mueven el día a día de la compañía y, con frecuencia, son antagónicos con aquellos de los que la organización presume.
Eso puede pasarnos a los seguidores de Jesús, podemos vivir de manera diferente a lo que nosotros proclamamos y este tiempo cuaresmal es una buena estación para pararnos, tomar distancia, pensar sobre ello y, naturalmente, actuar.
Jesús nos propone un método de lo más simple, mira dónde está tu corazón y podrás deducir dónde está tu tesoro real, el que auténticamente mueve tu vida, al margen de lo que digas o dejes de decir. Observa dónde se va tu tiempo, qué es aquello que realmente te apasiona, te «quita el sueño», te absorbe. Fíjate en aquello en lo que te vuelcas con entusiasmo, lo que hace que introduzcas cualquier cambio necesario en tu agenda para implementarlo. Sigue esos y otros indicadores que sean más propios de tu experiencia única y singular y verás dónde se encuentra real y auténticamente tu tesoro.