Un fruto sano corresponde a un árbol sano; un fruto podrido, a un árbol podrido. Por el fruto se sabe cómo es el árbol. (Mateo 12:33)
Los frutos -las evidencias externas- nos indican el estado del árbol -su situación interna-. Naturalmente, Jesús usa esta ilustración para hablarlos acerca de la vida y, de qué modo, las conductas que producimos, o dejamos de producir, ponen de manifiesto la realidad interna de nuestra vida. En otra ocasión el Maestro afirmó que de la abundancia del corazón habla la boca.
Es una reflexión importante para la Cuaresma porque en ocasiones no estamos conectados con nuestros corazones, no tenemos el hábito de reflexionar y mirarnos desde fuera con la mayor objetividad posible; consecuentemente, las conductas o la ausencia de las mismas, serán los indicadores objetivos del estado de nuestro corazón y al comprobar cómo se encuentra poder actuar.
Mira tus frutos ¿Qué dicen del estado de tu corazón?