Los ojos son lámparas para el cuerpo. Si tus ojos están sanos, todo en ti será luz; pero si tus ojos están enfermos, todo en ti será oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra será tu propia oscuridad! —Mateo 6:22-23
La invitación cuaresmal en el día de hoy es a la reflexión acerca de lo que vemos, dónde colocamos nuestros ojos, en qué concentramos nuestra visión. Salvo que los cerremos, cosa que con poca frecuencia podemos hacer a lo largo del día, constantemente estamos recibiendo estímulos visuales. En ocasiones vienen a nosotros, en otras los buscamos.
Benito de Nursia, el fundador de la orden monacal de los benedictinos, afirmaba que unos ojos carentes de modestia son los mensajeros de un corazón impuro. No hay ninguna duda que aquello que vemos, del mismo modo que aquello que oímos y pensamos acaban conformando quienes somos. Lo que miramos cuando vamos caminando por la calle o el centro comercial, lo que forma parte de nuestras búsquedas en Internet, todo ello determina la información que llega a nuestro cerebro y de la cual nos alimentamos. Pero nuevamente, lo que nos alimenta nos moldea.