Portaos con los demás como queréis que los demás se porten con vosotros.
—Lucas 6:31

Inclinarse hacia atrás para ganar distancia y perspectiva, en eso consiste la reflexión. La Cuaresma es un tiempo precioso para evaluar nuestra vida, nuestros caminos como diría el profeta del Antiguo Testamento. Sin embargo, para evaluar es preciso tener una me- dida contra la cual nos medimos y que nos permite saber dónde estamos y averiguando esto, poder dar los pasos necesarios para crecer y madurar.

Una de las áreas de evaluación más complejas y, a la vez, más necesarias, son las rela- ciones interpersonales. Desde que pecamos, es decir, tomamos la decisión de declararnos independientes con respecto al Señor, las relaciones con otras personas se han fracturado y se han hecho extremadamente complicadas. Siempre podemos encontrar razones para justificar aquello que hacemos o, por el contrario, aquello que dejamos de hacer. Siempre podemos excusar en nosotros mismos aquellos que juzgamos y condenamos en otros.

Jesús, por medio de lo que es conocido como la «regla de oro» nos da una buena pauta para medir nuestras acciones y nuestras omisiones con respecto a los demás. Es fácil ha- cer la evaluación, simplemente se trata en pensar en una persona cualquiera de nuestro entorno, pensar en su situación y pensar cómo, si fuéramos nosotros mismos, nos gusta- ría ser tratados y, naturalmente, hacerlo.

Jesús no nos invita a buscar razones para justificar el por qué no tratamos a esa persona como nos gustaría ser tratados nosotros. No, por el contrario, nos invita a que como re- sultado de esa reflexión y esa evaluación actuemos. No se trata de si la persona lo mere- ce o no, se trata de que agrada a nuestro Padre y mejora nuestro seguimiento de Jesús y nuestro carácter.