Sigo compartiendo los ingredientes de mi regla o camino de vida.


La hospitalidad. 

 

Sara, mi esposa, y yo practicamos la hospitalidad en dos sentidos. En primer lugar, en el sentido tradicional de abrir nuestra casa a otros. Creemos, como dice la Biblia, que es una oportunidad para acoger ángeles. También creemos firmemente que en el huésped, en aquel a quien acogemos, nos encontramos con el mismísimo Jesús. Es a Jesús a quien servimos y ministramos en la persona del visitante (Mateo 25). Pero también practicamos la hospitalidad en un sentido más amplio, acoger al necesitado en todos los sentidos. El necesitado de acogida espiritual, emocional, intelectual, social. Este tipo de acogida, este crear espacio para que el otro pueda sentirse albergado, es algo que todos nosotros podemos hacer al margen de que dispongamos o no de una vivienda.

 

 

Hacer el bien

 

En el libro de los Hechos en el capítulo 10 versículo 38 se describe a Jesús como alguien que iba haciendo el bien y Dios estaba con Él. Al observar al Maestro vemos que hacia el bien de forma intencional, proactiva, indiscriminada. Lo hacía según las necesidades le salían al paso. Forma parte de mi regla de vida no desperdiciar ninguna oportunidad en que hacer el bien sea posible. Hacerlo sin importar a quién. Lo merezca o no lo merezca. Creo que nunca reflejamos tan bien y nítidamente el carácter de Jesús como cuando hacemos el bien a todos y, como dice la Palabra, mayormente –pero no exclusivamente- a la familia de la fe.