Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús. (2 Timoteo 2:1)
Dios no va a cambiar tu vida. Al menos no como muchos esperan, no como la mitología evangélica promueve esperando que un rayo caiga del cielo y nos transforme en personas diferentes. No importa cuántos congresos, reuniones y experiencias espirituales busques ¿a cuántas has ido ya? Dios no trabaja así; Dios trabaja en procesos y con esfuerzo.
Jesús curó y liberó de demonios a muchas personas de forma instantánea. Lo vemos en los registros de los evangelios. Sin embargo, nunca cambió el carácter de nadie de forma inmediata; piensa en Pedro y el resto de los discípulos. Jesús, como su Padre, trabajaba con procesos.
Te animo a que leas la 2ª carta de Pablo a Timoteo y cuentes las veces que usa la palabra: esfuérzate. Porque la gracia no es la carencia de esfuerzo -dice sabiamente Dallas Willard- es más bien la carencia de mérito. El apóstol le pide a su discípulo que se esfuerce en la gracia y, por si aquello no hubiera quedado lo suficientemente claro, le provee de tres ejemplos de esfuerzo máximo: un soldado, un atleta y un campesino.
Puedes continuar esperando ese rayo que caiga del cielo y te transforme, pero te aseguro que sería más útil que te esforzaras en la gracia, que fueras intencional y proactivo en unirte al Señor para que Jesús sea formado en tu vida.
Tú mismo.