Por eso tenía que ser semejante en todo a los hermanos, ya que de otra manera no podría ser un sacerdote compasivo y fiel en todas las cosas que se refieren a Dios, ni podría obtener el perdón de los pecados del pueblo. Precisamente porque él mismo fue puesto a prueba y soportó el sufrimiento puede ahora ayudar a los que están siendo probados. (Hebreos 2:17-18)

¿De qué nos serviría un Dios que nunca ha vivido la experiencia humana? ¿Cómo podría ese Dios, siempre lejano en su trono cósmico, entender las miserias y situaciones que tenemos que vivir los simples mortales? Personalmente, pienso que de poco me serviría una divinidad de ese tipo totalmente incapaz de empatizar con los seres humanos y sus experiencias.

Pero nuestro Dios no es así. Uno de los aspectos más significativos de la fe cristiana es que nuestro Dios se ha encarnado, se ha hecho como uno de nosotros, ha experimentado todas las realidades de la experiencia humana, incluida la muerte y sólo a excepción del pecado. Consecuentemente, puede entender, puede empatizar, puede ser compasivo, puede ayudarnos en nuestra realidad porque, entre otras cosas, la entiende ya que ha estado allí.