Es inútil un Dios que vive en su refugio cósmico.
Es inútil un Dios que nunca ha vivido la experiencia de ser humano.
Es inútil un Dios que nunca ha sido vulnerable.
Es inútil un Dios que nunca ha experimentado el dolor.
Es inútil un Dios que nunca ha experimentado el sufrimiento.
Es inútil un Dios que nunca ha vivido la incomprensión de los suyos.
Es inútil un Dios que no sabe lo que es la traición.
Es inútil un Dios que no ha experimentado el sentirse abandonado en los momentos de más necesidad.
Es inútil un Dios que nunca ha experimentado el rechazo a causa de su identidad.
Es inútil un Dios que nunca ha sido perseguido.
Es inútil un Dios que nunca ha sido tentado.
Es inútil un Dios que nunca ha vivido bajo presión.
Es inútil un Dios que no sabe lo que es experimentar carencias.
Es inútil un Dios que nunca ha experimentado angustia y depresión.
Es inútil un Dios que nunca ha preferido caminos alternativos a los más difíciles y dolorosos.
Es inútil un Dios que nunca ha experimentado la dependencia de otros.
Es inútil un Dios que nunca ha experimentado el cansancio de servir a otros.
En definitiva, es inútil un Dios que no sabe lo que es la muerte.
Pero no es así mi Dios, porque Él se ha hecho como nosotros y ha vivido entre nosotros experimentando todas las dimensiones de la humanidad, y por eso, puede empatizar con nosotros, como dice el libro de Hebreos, ponerse en nuestros zapatos, entender nuestra realidad cuando nos dirigimos a Él. Yo no podría seguir, amar y servir a un Dios que nunca ha sido humano. Para mí sería un Dios totalmente inútil e irrelevante.