Vuestro amor mutuo será el distintivo por el que todo el mundo os reconocerá como discípulos míos. (Juan 13:35)
Sacados del mundo para ser unidos a Jesús y enviados de nuevo al mundo para colaborar con Él en el ministerio de restauración y reconciliación. Con la idea de no ser sacados del mundo -nuestro entorno natural- sino protegidos del mismo con la Palabra del Señor.
En estas palabras de Jesús se nos indica cómo el mundo será capaz de reconocer que somos sus discípulos. No será el tema doctrinal el factor decisivo -al mundo le tiene totalmente sin cuidado nuestros matices teológicos que hacen que nos demos cuchilladas por la espalda en las redes sociales-; tampoco nuestra aparente superioridad moral -que el mundo sabe que es más falsa que un billete de tres dólares- y que nos lleva a despreciar a unos y otros porque, supuestamente, no están a nuestra altura. Jesús es muy simple al afirmar que nuestro amor -ágape en griego- será el distintivo primero y principal que nos dará credibilidad ante un mundo organizado y viviendo al margen del Señor. No es de extrañar que seamos irrelevantes para el mundo cuando decidimos ignorar flagrantemente los distintivos de Jesús.
¿A quién en el diverso cuerpo de Jesús te cuesta amar, aceptar, valorar, respetar?