Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No temas bajar a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación. Bajaré contigo a Egipto y yo mismo te haré subir de allí. (Génesis 46:3)

Al leer el capítulo 46, que narra la emigración de Jacob y toda su familia a Egipto, he pensado que la Biblia está llena de emigrantes. Comenzando  tan temprano como Caín y terminando con Jesús. En medio estarían tantos y tantos personajes que por razones económicas, políticas, religiosas, étnicas o de cualquier otro tipo tuvieron que dejar sus casas e ir a tierra extraña. Me llama la atención la promesa dada por el Señor a Jacob "bajaré contigo a Egipto"; Dios promete acompañarle en una aventura que durará cuatrocientos años y que marcará el destino de todas aquellas personas. Egipto sería utilizado por Dios para formar la nación de Israel.

Vivimos en un mundo globalizado donde hay un movimiento ingente de personas de un lado para otro. Impulsados por razones muy variadas, pero básicamente las mismas que siempre han movido a las gentes a trasladarse a otros lugares. La guerra, la pobreza, la enfermedad, los vaivenes políticos, la inseguridad, llevan a personas a buscar mejores entornos; en ocasiones por voluntad propia, en otras forzados. Los seguidores de Jesús no están exentos de esta realidad y forman parte de los millones de emigrantes desarraigados de sus hogares y buscando oportunidades en otros sitios. Algunos de forma temporal, otros permanentemente. 

La emigración es un trauma por lo que implica de desarraigo, de pérdida de los entornos y referentes culturales, sociales y familiares. Por eso veo que la situación de Jacob es un buen espejo para todo aquel que debe experimentar la emigración temporal o permanente. En ese espejo es posible ver dos cosas. La primera es que incluso en medio de esa situación traumática el Señor está presente. "Bajaré contigo a Egipto" fue la promesa de Dios. Bajaré contigo a.... Sigue siendo su promesa para cualquier emigrante. El Señor continúa siendo el mismo y, en ocasiones, puede que sea el único referente conocido en tierra extraña. Él no deja ni abandona.

La segunda es el propósito. El Señor llevó a Jacob a Egipto para hacer de él una gran nación. Dios siempre tiene un propósito y un plan en medio de todas las situaciones y circunstancias que vivimos y atravesamos. Es necesario y útil el pararnos y preguntarle qué desea enseñarnos por medio de todas esas circunstancias, a menudo duras, que estamos experimentando. Qué aspectos de nuestra vida quiere trabajar, cambiar, modelar. Qué tipo de persona quiere hacer de nosotros.

La experiencia de Jacob sirve para todos aquellos desarraigados geográficamente. Pero sirve también para aquellos que hemos perdido los referentes culturales, sociales, religiosos. Es bueno nunca olvidar que Dios baja con nosotros a nuestro Egipto particular.


¿Cuál es tu Egipto particular? ¿Qué desea enseñarte el Señor por medio de esa experiencia?



Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No temas bajar a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación. Bajaré contigo a Egipto y yo mismo te haré subir de allí. (Génesis 46:3)

Al leer el capítulo 46, que narra la emigración de Jacob y toda su familia a Egipto, he pensado que la Biblia está llena de emigrantes. Comenzando  tan temprano como Caín y terminando con Jesús. En medio estarían tantos y tantos personajes que por razones económicas, políticas, religiosas, étnicas o de cualquier otro tipo tuvieron que dejar sus casas e ir a tierra extraña. Me llama la atención la promesa dada por el Señor a Jacob "bajaré contigo a Egipto"; Dios promete acompañarle en una aventura que durará cuatrocientos años y que marcará el destino de todas aquellas personas. Egipto sería utilizado por Dios para formar la nación de Israel.

Vivimos en un mundo globalizado donde hay un movimiento ingente de personas de un lado para otro. Impulsados por razones muy variadas, pero básicamente las mismas que siempre han movido a las gentes a trasladarse a otros lugares. La guerra, la pobreza, la enfermedad, los vaivenes políticos, la inseguridad, llevan a personas a buscar mejores entornos; en ocasiones por voluntad propia, en otras forzados. Los seguidores de Jesús no están exentos de esta realidad y forman parte de los millones de emigrantes desarraigados de sus hogares y buscando oportunidades en otros sitios. Algunos de forma temporal, otros permanentemente. 

La emigración es un trauma por lo que implica de desarraigo, de pérdida de los entornos y referentes culturales, sociales y familiares. Por eso veo que la situación de Jacob es un buen espejo para todo aquel que debe experimentar la emigración temporal o permanente. En ese espejo es posible ver dos cosas. La primera es que incluso en medio de esa situación traumática el Señor está presente. "Bajaré contigo a Egipto" fue la promesa de Dios. Bajaré contigo a.... Sigue siendo su promesa para cualquier emigrante. El Señor continúa siendo el mismo y, en ocasiones, puede que sea el único referente conocido en tierra extraña. Él no deja ni abandona.

La segunda es el propósito. El Señor llevó a Jacob a Egipto para hacer de él una gran nación. Dios siempre tiene un propósito y un plan en medio de todas las situaciones y circunstancias que vivimos y atravesamos. Es necesario y útil el pararnos y preguntarle qué desea enseñarnos por medio de todas esas circunstancias, a menudo duras, que estamos experimentando. Qué aspectos de nuestra vida quiere trabajar, cambiar, modelar. Qué tipo de persona quiere hacer de nosotros.

La experiencia de Jacob sirve para todos aquellos desarraigados geográficamente. Pero sirve también para aquellos que hemos perdido los referentes culturales, sociales, religiosos. Es bueno nunca olvidar que Dios baja con nosotros a nuestro Egipto particular.


¿Cuál es tu Egipto particular? ¿Qué desea enseñarte el Señor por medio de esa experiencia?



Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No temas bajar a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación. Bajaré contigo a Egipto y yo mismo te haré subir de allí. (Génesis 46:3)

Al leer el capítulo 46, que narra la emigración de Jacob y toda su familia a Egipto, he pensado que la Biblia está llena de emigrantes. Comenzando  tan temprano como Caín y terminando con Jesús. En medio estarían tantos y tantos personajes que por razones económicas, políticas, religiosas, étnicas o de cualquier otro tipo tuvieron que dejar sus casas e ir a tierra extraña. Me llama la atención la promesa dada por el Señor a Jacob "bajaré contigo a Egipto"; Dios promete acompañarle en una aventura que durará cuatrocientos años y que marcará el destino de todas aquellas personas. Egipto sería utilizado por Dios para formar la nación de Israel.

Vivimos en un mundo globalizado donde hay un movimiento ingente de personas de un lado para otro. Impulsados por razones muy variadas, pero básicamente las mismas que siempre han movido a las gentes a trasladarse a otros lugares. La guerra, la pobreza, la enfermedad, los vaivenes políticos, la inseguridad, llevan a personas a buscar mejores entornos; en ocasiones por voluntad propia, en otras forzados. Los seguidores de Jesús no están exentos de esta realidad y forman parte de los millones de emigrantes desarraigados de sus hogares y buscando oportunidades en otros sitios. Algunos de forma temporal, otros permanentemente. 

La emigración es un trauma por lo que implica de desarraigo, de pérdida de los entornos y referentes culturales, sociales y familiares. Por eso veo que la situación de Jacob es un buen espejo para todo aquel que debe experimentar la emigración temporal o permanente. En ese espejo es posible ver dos cosas. La primera es que incluso en medio de esa situación traumática el Señor está presente. "Bajaré contigo a Egipto" fue la promesa de Dios. Bajaré contigo a.... Sigue siendo su promesa para cualquier emigrante. El Señor continúa siendo el mismo y, en ocasiones, puede que sea el único referente conocido en tierra extraña. Él no deja ni abandona.

La segunda es el propósito. El Señor llevó a Jacob a Egipto para hacer de él una gran nación. Dios siempre tiene un propósito y un plan en medio de todas las situaciones y circunstancias que vivimos y atravesamos. Es necesario y útil el pararnos y preguntarle qué desea enseñarnos por medio de todas esas circunstancias, a menudo duras, que estamos experimentando. Qué aspectos de nuestra vida quiere trabajar, cambiar, modelar. Qué tipo de persona quiere hacer de nosotros.

La experiencia de Jacob sirve para todos aquellos desarraigados geográficamente. Pero sirve también para aquellos que hemos perdido los referentes culturales, sociales, religiosos. Es bueno nunca olvidar que Dios baja con nosotros a nuestro Egipto particular.


¿Cuál es tu Egipto particular? ¿Qué desea enseñarte el Señor por medio de esa experiencia?